Todos los amigos que conservo desde la adolescencia han ido a la universidad, y pocos nos cuestionamos por qué. Cierto es que a los 17 años yo tenía un guirigay mental sobre lo que quería estudiar.
Me fijaba en mis pasiones y quería de hacer de ellas mi forma de vida. Por eso:
- como me encantaba el cine, quería estudiar Comunicación audiovisual
- como me encantaban los deportes, quería ser profesora de Educación física o jugadora profesional de fútbol
- como me encantaban los ordenadores y la informática, quería estudiar Ingeniería informática
- como me encantaba escribir…quería ser periodista
Sí, me gustaban cosas muy variopintas, pero qué quieres que te diga…yo soy así.
Al final, por la presión social, disfrazada de unos padres que sólo quería lo mejor para mí, y que siempre creían saber lo que eso significaba, estudié Derecho.
Jamás culparía a mis padres de mis decisiones, fundamentalmente porque, si existe alguien que antepone tu felicidad a la suya, esos son tus padres. Pero cierto es que a veces los padres se equivocan dando consejos, como cierto es que el futuro no se puede predecir.
Estudié la carrera sin pena ni gloria, destacando únicamente en Historia del Derecho, Derecho Romano y Derecho del Trabajo. Mirando atrás, veo claro por qué me encantaban esas dos primeras asignaturas. Ambas estaban relacionadas con la Historia, y a mí la Historia del Mundo, con mayúsculas, siempre me había hecho soñar. Diferentes culturas, diferentes épocas, diferentes países. Al aprender historia, daba de comer a mi imaginación.
Por su parte, el Derecho del Trabajo me fascinaba por una (posteriormente reveladora) razón: la profesora amaba su trabajo. Y quería que nosotros entendiésemos por qué. Y ya está, así de sencillo, su carisma era tal que consiguió que me gustara esa asignatura, que la estudiara sin dolor, con una metodología única en Derecho (un libro de explicaciones cortas y cientos de preguntas todavía más cortas, que iban reforzando tus conocimientos como si de la construcción de una casa se tratara, ladrillo a ladrillo).
Me saqué matrícula de honor. Ese es el poder de la motivación, cuyo recuerdo guardo intacto hoy, más de una década después. Y, como es de bien nacida ser agradecida, le escribí un mensaje por la intranet, dándole las gracias por lo peculiar y positiva que fue mi experiencia de aprendizaje con ella.
No me arrepiento de haber ido a la universidad ni de haber estudiado Derecho, porque no soy yo muy de arrepentirme. Como máximo, peco de prudente y me suelo arrepentir de no haber hecho ciertas cosas a tiempo, por miedo, fundamentalmente miedo al qué dirán. No suelo arrepentirme de mis decisiones del pasado porque todas han contribuido a que esté donde estoy hoy.
Pero la verdad es que nuestro sistema universitario, empezando por cómo se nos (no) ayuda a elegir carrera, es muy mejorable. Y creo que la gente se dedica, en el mejor de los casos, a pasar 6 años de su vida de fiesta en fiesta mientras dedica a penas 2 meses al año a estudiar, y en el peor, a sufrir la mala elección de una carrera que les hace pasar años años frustrados y desorientados.
Personalmente, sé que perdí muchísimo el tiempo en aquella época. Pero como soy de Alicante, yo soy de mirar hacia delante, y enfocarme en cómo enmendar esos errores, en lugar de lamentarme por ellos. Y es algo que tú también puedes hacer. Así que quédate por aquí, que te enseño cómo.
"Gasta tu dinero y sólo estarás sin dinero, pero gasta tu tiempo y habrás perdido parte de tu vida." - MICHAEL LEBOEUF
THE END!
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Sobre la autora de este post
Soy Rocío, una abogada reconvertida en programadora. Soy una apasionada de aprender cosas nuevas y ferviente defensora de que la única manera de ser feliz es alcanzando un equilibrio entre lo que te encanta hacer y lo que te saque de pobre. Mi historia completa, aquí.
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