Pasos de gigante para subir montañas
Otra semana ha pasado y tengo la grata sensación de estar avanzando a pasos agigantados. Sé que aún me queda mucho por aprender, pero también sé que ya he pasado esa fase inicial de desconcierto absoluto ante todos los conceptos de desarrollo web con los que me iba encontrando.
No, ya no tengo esa horrible sensación de sentirme perdida en el espacio y en el tiempo, de plantarme si he elegido bien la senda…
Y es que, cuanto más desarrollo web aprendo, con más recursos me voy encontrando y con más (virtuales) compañeros me voy topando que están atascados en un punto del camino que yo ya superé. Y sólo ahora puedo asegurarles que sí, que el proceso de aprendizaje tiene sus fases, y que los primeros meses aprendizaje son como escalar una imponente montaña con un sherpa del que no sabes si fiarte y con un desagradable presentimiento de que te quedarás sin oxígeno antes de llegar a la cima.
Nuevos retos y androides flamencos
Pero en esta vida todo llega, y todo pasa. Así que aquí estoy, siguiendo con ilusión el curso de Andrei, con mi primer proyecto del curso acabado. (Nos dio un androide estático y teníamos que animarlo, vestirlo…o lo que quisiéramos. Así que yo lo convertí en un androide flamenco).
Lo que parece una chorrada de proyecto, me costó varias horas. Pero me propuse acabarlo porque el profesor nos dio una motivación extra: los examinará todos y después presentará sus favoritos.
La sorpresa vino cuando publiqué el mío en el foro del curso, ya que recibí varios comentarios diciendo lo mucho que les había gustado mi androide customizado, y también pude ver que la mayoría de la gente ni siquiera había logrado poner las piezas del androide juntas.
¿Desde qué perspectiva ves tú la vida?
También me hizo gracia pensar en qué diría mi madre si le enseñara mi proyecto del androide. No puedo esconder la sonrisa de mi cara al imaginármela diciendo “¡¿A eso te dedicas?! ¿¿A hacer monigotes que bailan??”. Ea, así son los padres… De otra época. No les culpo. Lo raro sería que entendieran las necesidades laborales de hoy en día y estuvieran a la última en tecnología. Que oiga, haber padres así, los hay. Pero los míos son más clásicos y adorables.
Pues, por mucho que deseen mi felicidad, el otro día mi madre, sin ir más lejos, me dijo “Hija, si tanto te gusta la informática esa…por qué no la estudias en un sitio de verdad? ¿Por qué no te apuntas a la universidad o algún sitio donde puedas sacarte un título mundialmente reconocido?”. Entiendo perfectamente sus miedos. Ella es de otra generación. La generación que no tuvo que salir de España para encontrar trabajo, la generación que no tuvo que aprender idiomas. Y, aunque cada época tiene su miga y las cosas no son fáciles para los que nos ha tocado vivir ésta, pienso que, aun así, esta es la mejor época de la historia. Porque si algo nos ha dado la vida a los jóvenes que hemos tenido que salir de España en busca de trabajo, es perspectiva.
Perspectiva para ver la vida desde muchos puntos de vista que permanecen ocultos cuando no sales de tu zona de confort. Perspectiva para ver que los trabajos para toda la vida no están mal, pero los trabajos temporales por los que la mayoría de los jóvenes tenemos que pasar hoy en día nos dan la posibilidad de explorar y probar multitud de perfiles profesionales, dándonos el maravilloso don de la comparación.
A pesar de que sé que mi madre quiere lo mejor para mí, también se le nota, aunque intente disimularlo, que piensa que me voy a dar el mayor batacazo de la historia. He intentado explicarle dos conceptos fundamentales: que me encanta lo que estudio y que me espera un muy buen futuro profesional, pero ella no lo ve nada claro. Así que lo único que puedo hacer es sonreírle por teléfono y mantener la calma, esperando que algún día lo entienda. Y si no, pues ya se lo demostraré con hechos. Mientras tanto, no puedo hacer nada por ampliar la perspectiva desde la que ella ve las cosas.
“En esta vida hay tres clases de personas: aquellas que ven, aquellas que ven cuando se les enseña, y aquellas que no ven” – Leonardo Da Vinci